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El olor de la guayaba



Mis sabores y aromas predilectos  están en una  mata grande de guayaba de la huerta de mi tía, a donde entraba  todas las mañanas de abril y  mayo  a  buscar los frutos. Me gustaban los más grandes y los que recién empezaban a tomar color, pues eran más jugosos y de sabor más intenso. En cambio las guayabas maduras eran pastosas o estaban agusanadas. Llegado a ese punto se desprendían solas de las ramas y había que recogerlas del suelo para ponerlas en la batea de los chanchos.
Trepar la planta era imposible. El tronco era resbaloso, como si estuviera barnizado, y las ramas delgadas podían quebrarse al primer intento. Las guayabas más grandes estaban en lo más alto, huyendo de mis deseos y convirtiéndose en manjar suculento de pájaros y  gusanos.

Aquel guayabo añejo tenía el tronco liso y brillante cada vez que se desprendían las cortezas secas, que parecían trozos gigantes de canela. Era un deleite retirarlos del tallo para que quedara reluciente. No había huerta sin guayabos y sin aroma. 

Las guayabas crecen de 5 a 6 metros como promedio y son propios de clima cálidos
como el nuestro. Muchas huertas de Vincocota tienen aún este fruto, aunque también
he visto que crecen en las chacras abandonadas de Rinconada por bendición de las lluvias.


Las hojas de la guayaba tiene propiedades  cicatrizantes,  antibacterianas y analgésicas. 
En la selva las usan en infusión o masticadas o machacadas para curar el dolor de muelas,
hacer la limpieza bucal y evitar así el mal aliento.

La corteza y las hojas calman la diarrea, y sus frutos aportan vitaminas del complejo B, 
esencial para el correcto  funcionamiento del sistema nervioso, la buena digestión
y el desarrollo adecuado del embarazo, entre otros beneficios.
Sobreviviendo al abandono.

El olor de la guayaba El olor de la guayaba Reviewed by Rahuapampa on mayo 16, 2016 Rating: 5

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