El olor de la guayaba
Mis sabores y aromas predilectos están en una mata grande de guayaba de la huerta de mi tía,
a donde entraba todas las mañanas de
abril y mayo a buscar los frutos. Me gustaban los más grandes
y los que recién empezaban a tomar color, pues eran más jugosos y de sabor más
intenso. En cambio las guayabas maduras eran pastosas o estaban agusanadas.
Llegado a ese punto se desprendían solas de las ramas y había que recogerlas del suelo para ponerlas en la batea
de los chanchos.
Trepar la planta era imposible. El tronco era
resbaloso, como si estuviera barnizado, y las ramas delgadas podían quebrarse
al primer intento. Las guayabas más grandes estaban en lo más alto,
huyendo de mis deseos y convirtiéndose en manjar suculento de pájaros y gusanos.
Aquel guayabo añejo tenía el tronco liso y brillante
cada vez que se desprendían las cortezas secas, que parecían trozos gigantes de
canela. Era un deleite retirarlos del tallo para que quedara reluciente. No había
huerta sin guayabos y sin aroma.
El olor de la guayaba
Reviewed by Rahuapampa
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mayo 16, 2016
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